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Anahí Valeria Castillo Jasso

“Quien no viaja no conoce el valor de los hombres”

Proverbio moro

 

Ya ha pasado un tiempo desde el día que tomé mis maletas e inicié un largo trayecto lejos de mi hogar, creyendo que solo me dirigía a la tierra del asado y el mate, al hogar del tango y los gauchos. Esperaba conocer nuevas personas y lugares, tomar algunas clases que equivalían a mi plan de estudios en aulas distintas y experimentar una nueva forma de ver la educación; pero hoy me doy cuenta de que no podía estar más equivocada... De alguna manera sólo me había pensado como turista, sin tener idea de la gran riqueza que aportaría esta experiencia a mi vida y no sólo a mi historial académico. Mi nombre es Anahí Valeria Castillo Jasso, soy estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México y hace un par de meses tuve la oportunidad de cursar un cuatrimestre de la Licenciatura en Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Luján.

Tomar la decisión de volar tan lejos de mi casa, de todo lo que me era conocido y, por supuesto, de mi zona de confort se me presentaba como una experiencia emocionante, sin embargo, debo admitir que el panorama que alcanzaba a vislumbrar antes de llegar a Buenos Aires no se puede comparar con el impacto que esta experiencia ha tenido en todos los aspectos de mi vida, pues desde el momento en que pisé suelo argentino tuve la grata sorpresa de ver a una persona enviada por la UNLu para  recibirme en el aeropuerto y acompañarme hasta el lugar en el que viviría durante toda mi estancia, y fue desde ese momento que realmente comprendí que no sólo estaba de paso.

Si bien al inicio me fue un poco complicado adaptarme a la forma de trabajo que plantea la carrera y a los conocimientos previos de mis compañeros (sobre todo en aspectos históricos y políticos), en la UNLu tuve la oportunidad de conocer una nueva manera de vivir la educación, no sólo desde los contenidos de las asignaturas, sino desde la forma en que se comprende, se analiza y se aborda el proceso formativo. Debo decir que fue una grata sorpresa saber que tomaría cada clase con un grupo de profesores y no sólo con uno como se acostumbra en mi universidad. Considero que esta característica del modelo educativo de la UNLu es uno de sus puntos mas fuertes, pues brinda la posibilidad de hacer confluir en un solo espacio distintas miradas sobre cada tema abordado y, de esta forma, enriquecer y problematizar desde diversos enfoques los temas abordados en clase y analizados en los trabajos prácticos.

Por otra parte, no puedo dejar de mencionar que el hecho de vivir una experiencia de este tipo siempre trascenderá las paredes de la universidad y los aspectos académicos. Ser alumna de intercambio te brinda también la posibilidad de vivir y no sólo de conocer una cosmovisión distinta a la tuya; a mí me dio la oportunidad de conocer a personas increíbles que me abrieron la puerta de su casa y compartieron conmigo fragmentos de su cultura, desde sus costumbres hasta su gastronomía. En Argentina viví tantas historias que de alguna forma siento que hoy soy tan suya como ella es mía. Me enamoré de sus noches de tango, vi pasar frente a mi ventana un centenar de gauchos peregrinando hacia la Basílica de Luján y, debo admitirlo, me he vuelto adicta al amargo mate que al inicio odié.

Hoy puedo decir que en verdad Argentina excede las palabras de Borges y Cortázar, pues desdibujó las fronteras de las ideas y prejuicios sobre si misma hasta transformarse en el rostro de mil recuerdos y aprendizajes invaluables en la vida de esta joven estudiante. Tomando algunas palabras de Henry Miller, hoy más que nunca comprendo que nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas y, por tanto, hoy solo me queda decir gracias a la UNLu, a mis profesores y a mis nuevos amigos por hacer de este fragmento de mi vida un capítulo inolvidable y de mí, humildemente creo, un mejor ser humano.